Desde que dejara Derecho en su tercer curso, este gijonés de nacimiento y ‘educación’, como él suele definirse, ejercerá en Zaragoza -su segunda casa- de camarero, vendedor de enciclopedias, probador de juguetes, comercial de publicidad, dependiente en una tienda de muebles, humorista en un espectáculo de magia, animador en residencias de ancianos, etc.

Paralelamente se adentra en el mundo del voluntariado y sus experiencias en diversas instituciones - siempre apoyando a niños con problemas - unidas a una desbordante imaginación ya latente desde su infancia e indudablemente potenciada por su afición al cine clásico y a los cuentos de Hans Christian Andersen, Oscar Wilde y Charles Dickens, le encaminarán a escribir cuentos no sólo capaces de entretener sino sobre todo, y por encima de todo, de incitar al lector al silencio y a su posterior reflexión.

 

Íñigo Íñiguez Escobar

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Fantasim Express o el tren del descanso y otros cuentos

 

Pequeñas preciosas princesas